Beso travieso
Desfallecer
® Lҽɳι @Vıɖąʂųƈɛʂıơŋ
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A media tarde
Ánfora de amor esmeralda
Un domingo sin velo
Onírico
Secretos del alba
Eros con Aroma de Mujer - Programa del 08.09.22
Después de las doce
Pacto otoñal
Un otoño sin café
Iniciaba el otoño, con una tarde fresca y tan serena que hasta podía percibir aires de vendimia, uvas maduras y hojas secas.
Recuerdo claramente al sol tiñendo su rostro de un matiz rojizo, como insinuando al paisaje que su calidez… formaba parte de él.
Ella, vestía ligero y desceñido al cuerpo; dejando entrever a contra luz, los encantos de mujer. La sensualidad del roce de las piernas al caminar eran sueños en las pupilas de los que le acechaban; los suspiros se escurrían hasta su baja espalda y su pecho florecía erguido a los fervientes vientos.
Me aventuré, quise distinguir entre las miradas con el recitar de un poema que le habitara la piel. Le escolté con la calma de una obsesión, con la fantasía recíproca, con la limerencia de mis actos. Paso a paso, la humedad empezaba a dejar huella y un sazón entre las piernas que temblorosas demandaban detener la marcha.
¿Te apetece un café? - Le pregunté - Fueron las últimas palabras con decoro que pronuncié aquella tarde de septiembre.
Le tomé de manos mientras tropezaba con el deseo incontrolable que se atravesaba en nuestras miradas y apreté mi soledad contra las cumbres de su cuerpo.
Con la apetencia impura y salvaje abrí paso en la amplitud de su valle, arrastrando con mi lengua los secretos de la piedra madre. De las profundidades un torrente, las bocas… el cauce.
Voces sumidas en el afán desinhibido, sonoros y rítmicos juegos de manos y dedos, labios errantes en un laberinto de besos; una ofrenda, al sexagésimo noveno.
En la ceguedad de la noche habité los avernos poseído e indiferente al remordimiento, me sentí indemne de pecado, libraba la escasez ensañando la virilidad en su centro. Su boca, mordiéndose de gozo; su mirada desafiando la gravedad, sus caderas ardiendo en fuego y, ¡De sudores!… Empapado mi cuerpo.
Aún sus labios escurrían mieles, sus lunas ceñía a mi sexo, un verso escribía con su puño y declamaba con su aliento. Su boca develando mis carencias, su paladar cobijo de ellas. De su antojo mis vertientes y en la intensidad de la firmeza auspició la muerte de mi interior, en un goce poético.
Profanó mi mundo con euforia. Sus entrañas, asilo de delirios insatisfechos; desnudó cada palabra y matizó los versos.
Ha trascurrido un año y en mi cuerpo aún conservo sus besos obscenos, en la memoria la solemnidad del encuentro y en el bolsillo, un cupón vencido para un Belmonte murciano.