Nexos

Fue un día alejado de lo común, el despertador no sintió los rayos del sol y sin vacilar decidí hacerle compañía. Me quedé a su lado observando como giraban una y otra vez las manecillas.
La mañana se sentía gris, lo que quedaba de ella.
Me senté a dibujar garabatos, dirían algunos; en otros, un significativo detalle.
Salí a despejar las ideas, a sentir la hierba recién cortada, su frescura tentadora y hasta las aves volando en el cielo apagado. Al cabo, una vaca salió al paso, si, una vaca de mirar un tanto extraño, como si quisiera decirme algo.
Con el café en mano, ya le estaba hablando. No es juego, ni estoy loco, platicaba con el mamífero del calor en este verano, de los días largos y las noches recortadas. Le contaba anécdotas que aún se reían en mis oídos de las caras graciosas paladeando un Expresso Martini. Lejano se empezaron a sentir sus pasos hasta que no pude divisarla.
Inmóvil recuerdo la tarde, podía sentir envejecer.
El anochecer alertaba las aves, la humedad a levantarme del pasto. En ese instante, me sentí solo, desnudo, vulnerable. Corrí a descolgar el polvoriento teléfono, como si ella estuviese allí, esperando detrás, a que le llamase. Su voz se sentía agitada, mi cuerpo asintió contra la pared al sentir la calidez de sus palabras. ¿Quieres colgar? Pregunté. Dejé de ser yo, ese hombre atrapado.

® Lҽɳι @Vıɖąʂųƈɛʂıơŋ
26.02.25
Foto web

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